martes, 19 de julio de 2011

Capítulo I.I

Sin ganas de nada ella está sentada en la cama de su cuarto, deprimida.
Una lágrima resbala lenta sobre su mejilla, salada, como el dolor de aquel amor perdido, ya hacía tiempo de aquello, pero es que cuando amas de verdad, el tiempo es algo relativo y secundario.
Su corazón simplemente ha desistido y le ha dado una mala noticia: dice que ya no cree en el amor…

Interrumpiendo sus pensamientos, suena I’m yours , solo podía ser una persona: Mel.
Su mejor amiga, una de esas que son de verdad y para siempre, de las de que antes de que puedas terminar de pensar algo, ya saben lo que tienes en la cabeza, una de esas que te dan su hombro.
Una de esas que no se encuentran fácilmente.
Y es que Melinda ha sido el único apoyo firme para Carol en este último mes, ella la ha comprendido, la ha escuchado, y la ha ayudado.
Caroline piensa que si su amiga no hubiera estado, todo hubiera sido más difícil, y está en lo cierto.
-¿Sí?
-Nunca entenderé porqué la gente dice “Sí” la coger el móvil, y después se supone que yo tengo que decir “Hola, soy Mel” como si tú no lo tuvieras memorizado…
-Mel, ¿que quieres?
-Que muevas el culo.
-No.
-Por favor, no quiero verte así.
-No.
-¿Qué tal si quedamos?
-No.
-Caroline Hurley, tienes que salir, olvídalo ya, tampoco estaba tan bueno…
- ¡Mel!
-Perdona, pero para mí, ese subnormal de Daniel es una persona que no te merece para nada.







Ya está, Daniel… un simple nombre rodeado de palabras construyendo una frase que lo desmorona todo.
Porque a veces basta tan solo eso para que todo salga de nuevo a la superficie, todo el dolor, todo aquello que intentas enterrar, sale de nuevo,echando todo el trabajo a perder…
Es entonces cuando Carol desconecta del presente y se sumerge en aquella historia, esos momentos, esas emociones y lo peor: los sentimientos que emanaban de ella cuando estaba a su lado.
Vuelve al 26 de febrero, a esas palabras, ese te quiero…
Esa mirada, esa frase que lo cambió todo y ese beso como respuesta…

Ahora todo era diferente, Dani la había dejado y ella se sentía fatal, realmente mal, y perdida, muy perdida, quería desaparecer, porque que la dejara había supuesto demasiados cambios, como su carácter, su corazón y sus creencias, ahora no creía en el amor. Ella que pensaba haberlo encontrado, que le gustaba soñar y pensar que se casaría con él. Ella que pensaba que aquel amor era puro e indestructible… ella que lo había perdido todo por apostar demasiado.

Y lo peor de todo fue que después de dos años juntos él ni se dignó a decírselo a la cara, a mirarla a los ojos y decirle que ya no la quería, no podía hacerlo, así que en su lugar mandó a aquella chica, Cristine.
Ella fue hacia Carol con su contoneo de caderas y su pelo rubio de estropajo.
Se paró con mirada desafiante y dijo:
-Oye. ¿Tú crees que Daniel y tú duraréis mucho?
-Sí, ¿por qué lo preguntas, Cristine?

Todo el mundo sabía que antes de que Daniel se enamorara de Carol, había tenido algo con ella y que no lo había superado, pues sería una mala persona, pero tenía sentimientos y estaba realmente enamorada de aquel chico, cuando estaba a su lado, se olvidaba de que su madre era una alcohólica, de que su padre la maltrataba y de que por mucha carátula de chica dura y mala, en el fondo era una chica llena de temores, y que tenía miedo hasta de su sombra.
Pero con Dani era diferente, él la protegía, cuando estaba en sus brazos Cristine sentía que ya nadie más le haría daño nunca.
Pero cuando llegó aquella chica, Carol, todo cambió, Dani estaba más con ella, y sentía en su mirada que se estaba enamorando de aquellos ojos verdes.
Por eso, la odiaba, se lo había arrebatado todo y hacer lo que estaba a punto de hacer, le daba un placer interior superior a cualquier cosa.

-Pues despierta Bella durmiente, él no te quiere, nunca lo hizo, solo te utilizaba. Es más, te está dejando ahora mismo, y no tiene la cara de decírtelo él, así que te lo digo yo: nunca te quiso, por cierto, ayer me lo tiré.-Le guiñó un ojo. Estaba disfrutando con aquello más de lo que pensaba-Lo que te queda por aprender…

Carol no entendió aquello y tendría que pasar un tiempo para que lo entendiera por si misma.

Para aquella pobre chica su vida había terminado, sentía que se moría, que su fin llegaba lento y sin misericordia, sentía que moriría desangrada, que algo la devoraba lentamente y, sin piedad.
Creía que era el amor de su vida, pero aquella barriobajera le había hecho ver lo necia que había sido…más o menos.

-¿Sabes? Tienes razón, él no se merece que yo esté así, no se merece ni media lagrima de las que he derramado por él. No me merece, ni me merecía, ni me merecerá.
-¡Así se habla!
-Sí…tengo que olvidar de una vez por todas a aquel capullo de mierda.
-Esa es mi chica.

Y sin más colgó. Qué extraño. Sí, es cierto, hace falta poco para que un pensamiento de devuelva al dolor, pero menos para que te de una gran realidad. Ella sabía que tenía que pasar página, sin más, aquella historia se acabó, sin treguas, sin vuelta atrás.
El amor es como las neuronas, cuando se acaban, se acaban.
Toda historia tiene su fin… ¿verdad?...

Salió de sus propios pensamientos, se tumbó en la cama, pero los pensamientos eran más fuertes que ella.
Así que, sonrió y murmuró: “Sí, se acabó”
Y así, con ese pensamiento, aquella joven flor, se durmió caída a los pies de un sueño… inesperado.

Ella está en un lado de una fisura de la tierra, se siente perseguida, asustada, no sabe porqué pero necesita cruzar al otro lado y el único modo que conoce es pasando por un puente de madera, viejo, podrido y desecho.
Su único pensamiento la sorprende: “O morir cruzando o morir devorada…” no sabe porque piensa eso, pero le da igual, le hace caso a aquel extraño instinto de supervivencia, así que empieza a cruzar, poco a poco, mirando bien dónde pone los pies, para no dar un paso en falso.
Pero de repente, por el lado que acaba de abandonar, ve salir de entre los árboles a ocho perros grandes, demasiado, tanto que se pregunta si realmente lo son. Ve que los perros se acercan
al puente y empiezan a morder las cuerdas con demasiada avidez.
Ella sin pensarlo, se pone a correr, sus pies tocan tan rápido la madera que le duele. Pero justo cuando va a poner un pie sobre el suelo firme, los perros lo consiguen, rompen el puente y Carol se ve suspendida en el inmenso vacío durante un segundo, tal vez dos, no controla el tiempo, lo único que le agarra a la vida es su mano derecha y esta se está resbalando. Pero por suerte, algo, una persona la coge.
Y la salva.
Su salvador. Porque era un hombre. Posiblemente, el más guapo que vería nunca.
Despertó.